"Katrina era la
brujita más caprichosa y pedigüeña que se podía imaginar. Todo lo quería
al momento y sin esfuerzo, y no dudaba en gritar y patalear para
conseguir lo que fuera. Tanto, que de vez en cuando su papá agitaba la
varita para concederle alguno de sus deseos. Hubo un día en que su papá
estuvo tan concentrado en una de sus pociones que salió a toda prisa y
olvidó la varita sobre la mesa. Así que la pequeña bruja no tardó en
poner a prueba su magia.
Aquello era como un sueño para Katrina. La brujita no dejó de usar la
varita mágica ni un solo momento, y ante ella aparecieron vestidos de
princesa, príncipes encantados, duendes, animales y todo tipo de objetos
mágicos y maravillosos, tantos como le dio tiempo a desear en un solo
día.
A la mañana siguiente, un murmullo de quejas y lamentos despertó a
Katrina. Adormilada, se asomó a la ventana, y apenas podía creer lo que
veía: cientos de seres y criaturas del bosque protestaban enfadadísimos
ante su casa. Caminó hasta la puerta y les preguntó qué deseaban.
- ¡Has secuestrado a mi tío! - gritaba un duende.
- Devuélveme mi dragón- protestaba un ogro.
-.¡Ahí está mi corona!- decía una dulce princesa.
Y así, todos cuantos se agolpaban a su puerta habían acudido allí
para que Katrina les devolviera aquellas cosas que había hecho aparecer
en su casa el día anterior, pues todas les habían desaparecido a sus
propietarios. Algunos habían sufrido problemas muy gordos, y Katrina se
sintió fatal por haber causado aquel estropicio.
Así, formaron una gran hilera, y uno a uno, les fue devolviendo todo
lo que había hecho aparecer el día anterior, pidiendo disculpas por no
haber pensado en las consecuencias de sus caprichos, y prometiendo su
ayuda para reparar todos los daños que hubiera causado. Cuando, bien
entrada la noche, le llegó el turno al último de la fila, Katrina
descubrió con miedo que era su padre, quien venía a recuperar su varita.
Pero ya no estaba enfadado, porque gracias a aquella travesura,
Katrina había aprendido que las cosas hay que conseguirlas con esfuerzo,
porque nunca aparecen como por arte de magia, sino que siempre salen
del trabajo y dedicación de alguien."